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Material recopilado por la Dra. Gabriela Segura a partir de Detoxification and Healing
de Sidney Baker, The UltraMind Solution de Mark Hyman, The Vegetarian
Hypothesis de Lierre Keith y otras lecturas recomendadas en sott.net.
Antes de una enfermedad, se pueden detectar desequilibrios en el
cuerpo que la desencadenan. Estos desequilibrios de origen bioquímico y
energético son determinados según el grado al cual están comprometidos
los elementos nutricionales, genéticos, medio ambientales, así como los
factores emocionales y mentales.
Nos concentraremos en la toxicidad ambiental y nutricional, y en su rol
en la inflamación en nuestro cuerpo y nuestros pensamientos,
puesto que han sido enormemente subestimados en nuestra sociedad moderna a pesar de que ambos desempeñan un papel fundamental en nuestra salud.
Hoy en día nuestra forma de pensar acerca de la medicina
es muy lineal y simple.
Creemos que una enfermedad tiene una causa y se puede tratar con un
solo medicamento. Pero, de hecho, una red de interacciones conduce a un
resultado donde las causas son frecuentemente numerosas.
La
salud está basada en un equilibrio de varios factores: genéticos,
fisiológicos, psicológicos, energéticos, del desarrollo, y ambientales.
En medicina, el cuerpo y las enfermedades se dividen en sistemas. Por
ejemplo, el sistema cardiovascular, nervioso, inmune, reproductivo,
urinario, endocrino, etc. Pero el cuerpo funciona como un conjunto por
la interacción entre sus componentes y no acorde a sus divisiones
anatómicas. Es decir,
hay que ver el equilibrio del sistema como un todo.
El concepto médico de sistemas y enfermedades es un
concepto demasiado restringido. El médico hace un diagnóstico clínico
que representa la explicación del problema del paciente. Es decir,
una enfermedad es vista como la causa de los síntomas.
El doctor puede decir: "Su tristeza se debe a una depresión clínica",
"su hijo no puede prestar atención en clase porque tiene un trastorno
por déficit de atención con hiperactividad". Después del diagnóstico,
el médico puede prescribir un tratamiento para el síntoma:
un hipotensor para la hipertensión (presión alta) o un antidepresivo
para la depresión, o ritalina para el niño con hiperactividad.
Pero cuando tomamos en cuenta el sistema como un todo −todos los
componentes que pueden estar en desequilibrio − realizamos una
estimación funcional comprendiendo que
el diagnóstico es el nombre pero no la causa de los síntomas del paciente.
Al hacer una evaluación funcional del equilibrio de cada paciente
después del diagnóstico clínico, podemos prescribir suplementos
alimentarios necesarios, o recomendar la eliminación de los elementos
tóxicos que interfieren con nuestro equilibrio, ya sean medioambientales
o nutricionales.
Este es el punto de vista funcional, en oposición al punto de vista anatómico, y
la desintoxicación es una función que conecta todas las funciones de nuestro cuerpo.
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Al
hablar de desintoxicación no me refiero necesariamente a un tratamiento
para el abuso del alcohol o las drogas. Más bien, este término hace
referencia al proceso de eliminación, a la bioquímica de los productos
químicos nocivos que deben ser neutralizados antes de que se los pueda
eliminar. Día a día tenemos que desintoxicarnos de productos metabólicos
y otros productos generados por nuestro cuerpo que ya no necesitamos.
Estos productos pueden ser peligrosos cuando nuestros riñones o nuestro
hígado no funcionan óptimamente. Por ejemplo el amoníaco, un producto
del metabolismo proteico, hormonas que ya no son necesarias para el
sistema endocrino, o los neurotransmisores utilizados por el sistema
nervioso y los derivados de un sistema inmunológico deben ser
neutralizados antes de que nuestro organismo los elimine.
Pero también existen productos químicos ambientales como el plomo, el
mercurio y otros metales pesados, aditivos alimentarios, hormonas,
pesticidas, herbicidas, fungicidas, productos petroquímicos, etc. De
hecho,
vivimos en un ambiente tóxico.
La desintoxicación consiste en la lucha contra la toxicidad ambiental y
se basa en el procesamiento de los productos tóxicos por parte de todos
los órganos y sistemas de nuestro cuerpo.
Las enfermedades alteran la desintoxicación del cuerpo, y si esta última falla, tendremos problemas.
Es esencial tratar la raíz del problema, buscando su causa. Tomar un
medicamento para cubrir los síntomas no contribuye en lo más mínimo a la
curación.
Quienes sufren de una enfermedad crónica deben prestar atención absoluta a lo siguiente:
- Tratar un desequilibrio en la flora bacteriana intestinal.
Una sola dosis de un antibiótico puede producir desequilibrios entre
las bacterias buenas y las malas en nuestro tubo digestivo. Cuando
suprimimos los alimentos que contienen levadura, reducimos la
proliferación de levaduras en nuestra flora intestinal. Con el mismo
fin, podemos reducir también el consumo de carbohidratos que alimentan a
los hongos en nuestros intestinos.
- Evitar los alimentos alérgenos, de los cuales hablaré en detalle más adelante.
- Evitar el gluten. A la mayoría de la gente le cuesta
creer que el gluten es una proteína muy difícil de digerir y que su
procesamiento bioquímico e inmunológico en nuestro organismo conlleva a
problemas importantes. El trigo tiene 23000 proteínas.
- Eliminar el mercurio. Es esencial eliminar todo el
mercurio del cuerpo y reemplazar las amalgamas de mercurio por algo
menos tóxico como la porcelana, sobre todo si se sufre de enfermedades
crónicas con causas desconocidas u dudosas, es decir, las llamadas
enfermedades idiopáticas. Para ello es necesario encontrar un dentista
capacitado en la intoxicación por mercurio. Como alternativa se puede
pedir a cualquier dentista que reemplace una amalgama por mes, siguiendo
un protocolo de desintoxicación entre medio.
- Tomar suplementos. Por ejemplo, el ácido fólico
desempeña un papel fundamental en la prevención del cáncer y las
enfermedades cardiovasculares. En general, la suplementación de base
está compuesta por probióticos, vitaminas B, vitamina C, magnesio,
enzimas digestivas, un multivitamínico y multimineral, aminoácidos y
omega 3.
También existen alimentos críticos para una desintoxicación eficaz. Es
muy difícil evitar todos los productos tóxicos y alérgenos.
Una
buena nutrición que aporta los elementos nutricionales básicos se
convierte en una prioridad para mejorar los mecanismos de
desintoxicación.
Cada uno de nosotros es diferente. Un alimento puede ser un alérgeno
para una persona, pero puede que otra lo asimile perfectamente. El
bioquímico Roger Williams ha demostrado que la necesidad de ciertos
elementos como el calcio varía de una persona a la otra en un factor de
200. La sensibilidad al mercurio varía en un factor de un millón.
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Todos necesitamos elementos nutricionales para una buena salud.
Vitaminas,
minerales y ácidos grasos entre otros factores nutricionales, luz y
agua, ritmos circadianos equilibrados, la capacidad de amar y de ser
amados.
Por otra parte, existen substancias que debemos evitar a toda costa si
deseamos sanar, a saber, los alérgenos que, incluso en pequeñas
cantidades pueden enfermar a ciertas personas sensibles. Si bien su
impacto en la salud puede variar de una persona a la otra,
los productos tóxicos son uniformemente dañinos.
Casi toda sustancia puede ser alérgena. Los alimentos, el polen, el
polvo, el pelo de los animales, los productos químicos, el moho y
organismos como el hongo candida albicans. También los productos tóxicos
como los metales pesados (plomo, mercurio, aluminio), los componentes
producidos por seres vivos como los microbios, y los componentes
sintéticos como los productos petroquímicos, la radiación, etc.
Mapa para evaluar los problemas de salud
Primero es importante estudiar la historia clínica del paciente y
realizar un examen físico y diagnósticos médicos. Después, si aún no se
tiene un nombre para la enfermedad, siempre se pueden realizar estas dos
preguntas:
1. ¿Se necesita algo? Nutrientes, luz, ritmo circadiano, amor, vitaminas, minerales, ácidos grasos, amino ácidos, factores nutricionales adicionales.
2. ¿Se necesita evitar algo?
Alérgenos como los alimentos, los gérmenes, el polen, el polvo, los
químicos, el moho, el pelo de los animales. También podría tratarse de
productos tóxicos como los metales pesados, elementos biológicos como
las plantas o los gérmenes, o bien elementos sintéticos como los
petroquímicos.
La toxicidad
La comida chatarra tiene un alto índice glucémico.
Hoy
en día, el valor nutricional de los alimentos se ve comprometido debido
a diferentes factores como la agricultura moderna, la agricultura
intensiva que disminuye los valores nutricionales de la tierra. También
son culpables los productos procesados,
alimentos industriales que contienen un índice de azúcar muy elevado y que contribuyen a las enfermedades modernas.
Peor aún, 80.000 productos químicos fueron introducidos en nuestro
ambiente después del siglo XIX y al día de hoy se desconoce la mayor
parte de los efectos de estos químicos en el cuerpo. De hecho, menos del
1% de estos productos ha sido sometido a análisis para medir sus
efectos en el organismo.
Los productos tóxicos se hallan en todas partes: los productos de
limpieza, los plásticos - los ftalatos y el bisfenol A, que se
encuentran en biberones o botellas de agua, y también en el agua y el
aire, y afectan el sistema endocrino,
alterando el sistema hormonal al imitar al estrógeno. Estos productos tóxicos están relacionados con la epidemia de enfermedades degenerativas modernas.
3 millones de kilogramos de mercurio son producidos cada año, además de
1,2 millones de toneladas de 80.000 productos químicos diferentes.
Cada persona responde de una forma diferente a estos productos tóxicos.
Están aquellos que se desintoxican mejor o peor dependiendo de factores genéticos. Los pacientes con autismo o mal de Parkinson no tienen chance de desintoxicarse bien.
Las hormonas tóxicas
Ciertos pesticidas imitan al estrógeno. Por lo general, se utiliza el
estrógeno para engordar a los animales. Los plásticos (el ftalato y el
bisfenol A) también imitan al estrógeno. Esto induce a una dominación
del estrógeno en la población porque los productos químicos se
encuentran en todas partes, en grandes cantidades.
El mercurio y los metales pesados
El tema de los metales pesados, sobre todo el mercurio, es muy
controversial y polémico en la ciencia y la política debido a sus
enormes implicaciones en nuestra salud, y al mismo tiempo, a su rol en
la economía mundial.
Es un tema esencial con graves consecuencias para nuestra salud y
nuestro medioambiente, a pesar de que no se lo enseña en las escuelas de
medicina.
El cuerpo humano tiene una gran capacidad de regeneración y sanación.
Ciertos genes son esenciales para la buena desintoxicación de los
metales pesados y otras toxinas. Tal es el caso del gen GST (por sus
siglas en inglés, glutatión - s - transferasa) que aumenta los niveles
de glutatión, el principal antioxidante y desintoxicante de nuestro
cuerpo.
Desde hace años, la producción mundial de mercurio ha alcanzado la cifra
anual de 10.000 toneladas. A pesar de la creciente concientización
acerca de los problemas de salud provocados por este metal pesado, la
producción de mercurio sólo disminuyó a 2.000 toneladas en el año 2000,
es decir, todavía cerca de 5,5 toneladas por día.
El vapor de mercurio entra en la sangre a través de la inhalación
pulmonar. La respuesta individual a la sensibilidad del mercurio varía
entre 1 a un millón dependiendo del individuo.
Si usted es muy sensible, deberá considerar al mercurio como una de
las posibles causas de su enfermedad. No es necesario obtener una guía
de los síntomas asociados a la intoxicación al mercurio, ya que, aun si
ésta es débil, puede causar cualquier problema imaginable. El mercurio
provoca una alteración en los sistemas biológicos porque tiene una
afinidad con los grupos de azufre (sulfidrilos). Estos agrupamientos se
llaman también "grupos tiol" y solían llamarse "mercaptan" del latin
mercurius captans("que capta el mercurio").
Los compuestos de azufre se encuentran en todas las células corporales y son indispensables para la vida.
Son necesarios para una variedad de reacciones químicas durante en la
desintoxicación de drogas y otras toxinas perjudiciales, y tienen
aplicaciones clínicas potenciales en el tratamiento de una variedad de
condiciones tales como la depresión, la fibromialgia, la artritis, la
cistitis intersticial, las lesiones deportivas, la insuficiencia
cardíaca congestiva, la diabetes, el cáncer y el SIDA. El mercurio
provoca una irrupción funcional en la actividad de varios órganos y
tejidos de nuestro organismo. Puede también cambiar la estructura de las
células y del sistema inmunológico, en cuyo caso el cuerpo puede
percibir estos tejidos modificados como cuerpos extraños.
No existe un test fidedigno o decisivo para saber cuánto mercurio tenemos acumulado en el cuerpo.
Tampoco se ha desarrollado un test decisivo para determinar la dosis
individual de tolerancia al mercurio o aquellos problemas que pueden
surgir ante una exposición al mercurio.
El Dr. Richard Deth - PhD - , ha demostrado un fallo bioquímico esencial
de un nivel de hasta cien veces más alto en bebés, inmunizados con
vacunas que contienen timerosal, un compuesto de mercurio
(aproximadamente 49% de mercurio en peso), usado como antiséptico y
agente antifúngico.
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También
son utilizadas las amalgamas de mercurio. El vapor de mercurio, sobre
todo las formas orgánicas de mercurio como el metilmercurio en el
pescado o el etilmercurio en el timerosal de las vacunas y las gotas
para los ojos, son absorbidos completamente.
El pescado es una fuente significativa de omega 3. Estos son ácidos grasos esenciales para la salud,
pero también contienen mercurio,
sobre todo los pescados depredadores. Por esa razón, es preferible
evitar el atún y otros pescados grandes. En cambio, se puede consumir
aceite de pescado en suplementos sin mercurio para obtener omega 3 y
consumir pescados pequeños como las sardinas.
En resumen, si usted sospecha que está intoxicado con mercurio (lo cual
es el caso de la mayor parte de la población), es recomendable seguir
las siguientes instrucciones:
1. Pida a un dentista que conoce los riesgos del mercurio que reemplace sus amalgamas dentales
(hay que utilizar por lo menos un aspirador y reemplazar una amalgama
por mes, con amalgamas de porcelana u otro material menos nocivo.).
2. Evite el pescado con altos niveles de mercurio. En general, los pescados pequeños tienen un nivel bajo de mercurio. Por ejemplo, las sardinas.
3. Tome queladores: ciertos suplementos nos ayudan a
eliminar el mercurio. Existe un protocolo de desintoxicación que está
basado en las investigaciones con niños con síndromes de autismo, ya que
el autismo o los problemas del espectro de esta patología son muy
similares a los síntomas de intoxicación por mercurio. Consiste en tomar DMSA (ácido dimercaptosuccínico)
que es un quelador a base de azufre, además de vitamina C, ácido alfa
lipoico, zinc, selenio, vitamina E, vitamina B6, melatonina, taurina y
glutatión. Ha dado resultados muy satisfactorios en pacientes autistas y
al tratar con ciertos problemas neurológicos.
El plomo
Aun cuando se lo absorbe en niveles bajos, este metal puede provocar
problemas de aprendizaje, comportamiento, etc.
El plomo se deposita en los huesos porque es muy similar al calcio.
Encontramos plomo en una gran variedad de cosméticos, productos de
belleza, etc., por lo cual es aconsejable optar por productos más
naturales y cerciorarse siempre de leer la lista de ingredientes en las
etiquetas de los productos.
El aluminio
Se encuentra en medicamentos como los anti-ácidos, así como en los
desodorantes y las vacunas. El aluminio se fija al ADN en forma
permanente y no es posible eliminarlo con queladores.
¡Hay que evitarlo bajo toda circunstancia!
¿Qué hace que las personas se vuelvan sensibles a los alimentos?
Uno de los causantes de la sensibilización son los desequilibrios:
cuando existe algún desequilibrio en el cuerpo, por ejemplo, un déficit
de un ácido graso o de zinc, podemos tener una reacción a ciertos
alimentos.
Por otro lado, los problemas de digestión también pueden ser
responsables: cuando se padecen problemas de digestión, nuestro sistema
digestivo no es capaz de neutralizar los antígenos en los alimentos. Los
antígenos provocan reacciones alérgicas, lo cual genera otros
problemas, por ejemplo, en el
sistema inmune.
Los círculos viciosos son frecuentes. Por ejemplo, el
déficit de magnesio puede ser un síntoma de la respuesta al estrés, y a
la vez, volvernos más vulnerables a este último.
Si una persona es sensible a casi todos los alimentos, y si su cuerpo no
secreta los suficientes jugos gástricos, o no produce ácidos biliares,
entonces tiene sentido tomar suplementos (enzimas digestivas, bilis de
buey, etc.) para reforzar las funciones digestivas, ya que, por
cuestiones prácticas, no se pueden eliminar todos los alimentos de la
dieta.
Otra causa frecuente de sensibilidades son las infecciones: cuando el
sistema inmune se encuentra en un estado de hiperreactividad a diversas
sustancias, se dice que una persona manifiesta una hipervigilancia. Este
estado es frecuente en las personas que padecen enfermedades
autoinmunes, el síndrome de fatiga crónica, autismo, y alergias.
Los
microbios como los parásitos, o la proliferación de levaduras, son las
causas más frecuentes de un sistema inmunológico hipervigilante.
Los virus con una cronicidad tenaz, como el virus del herpes simplex o
el virus de Epstein Barr, son virus que permanecen en nuestro cuerpo de
por vida.
La exposición a productos químicos también contribuye a la sensibilidad a
ciertos alimentos: la exposición a un alérgeno puede volvernos
sensibles si es intensa o si está acompañada de altos niveles de estrés.
Por lo general, los síntomas son subjetivos y emocionales.
También debemos considerar
la fatiga adrenal, cuando se
observan uno o todos los siguientes síntomas: sensación de frío,
infecciones recurrentes, hipotensión, una regulación pobre del azúcar en
sangre, antojo de sal, acné u otros síntomas hormonales como el exceso
de vello en la cara o en el cuerpo, o la pérdida de cabello. En este
caso, una terapia a base de hidrocortisona a bajas dosis puede mejorar
la desintoxicación. Este es un buen ejemplo de las relaciones entre las
funciones inmunitarias, adrenales y de desintoxicación.
Se debe tener en cuenta que el estrés es la causa de la fatiga adrenal en un cierto porcentaje de personas.
Por último, ciertas experiencias invasivas pueden desencadenar también
la sensibilidad a algunos alimentos. Las personas con sensibilidades
múltiples han sido víctimas de abuso o sufrimiento frecuentes durante la
infancia, y en algunos casos la situación aún perdura en la edad
adulta. Por ejemplo, el abuso sexual, cirugías, etc.
Ciertas emociones pueden expresarse a nivel inmunológico y no necesariamente psicológico. Cuando reciben psicoterapia o aprenden a manejar sus emociones, el problema inmunológico mejora o se cura.
Las toxinas en el intestino
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A
nivel hepático, el alcohol interfiere con un grupo de enzimas llamado
citrocromo 450 que desempeña un papel fundamental en la desintoxicación.
Es por esto que el alcohol aumenta la toxicidad de todas las otras
sustancias tóxicas, pudiendo incluso transformar en veneno una sustancia
no tóxica como el acetaminofén, un medicamento para calmar el dolor. El
alcohol interfiere además con la actividad de enzimas clave en la
transformación de ácidos grasos en hormonas.
A menudo, el intestino se transforma en una cervecería. La
hiperproliferación de levaduras en el intestino puede fermentar los
alimentos que ingerimos. El resultado es un producto tóxico como el
alcohol, lo cual implica que para desintoxicarse químicamente, el cuerpo
se ve confrontado a una dosis cotidiana de toxinas nunca antes
conocida. Además de fermentar alimentos, las levaduras pueden también
fermentar suplementos alimentarios como las vitaminas. Ciertas personas
presentan una reacción negativa a los suplementos sin que estos
fermenten, pero cuando sí se produce una fermentación de suplementos,
pueden tener una sintomatología diversa, como problemas digestivos,
neuropatías, etc.
Pueden existir síntomas neurológicos como la incapacidad para
concentrarse o episodios de comportamiento inapropiado. Los niveles de
alcohol en sangre es por lo general de cero, pero si ocurre una
proliferación de levaduras en el intestino, pueden equivaler a los de
alguien que ha bebido alcohol.
Por lo general sucede después de una dieta rica en carbohidratos, una dosis de antibióticos, etc.
Cuando se produce una hiperproliferación de levaduras (candidiasis), los
síntomas pueden ser variados: erupciones cutáneas incluyendo la
psoriasis, la fatiga, el antojo de alimentos ricos en azúcar y el antojo
de alcohol (alcoholismo).
Los ácidos orgánicos producidos por los hongos como las levaduras del
intestino pueden ser tóxicos e interferir con nuestra química corporal.
Los alimentos tóxicos
La inflamación es un factor común en varias enfermedades como el asma,
el eczema, la colitis, la tos y la secreción de moco, la artritis, la
psoriasis, la dermatitis, etc. En dichos casos, se trata de una
inflamación crónica. Las enfermedades que terminan con itis u osis son
enfermedades crónicas inflamatorias.
Las alergias alimentarias, sobre todo las alergias alimentarias retardadas, son una causa mayor de inflamación crónica.
Las alergias alimentarias son reacciones a los alimentos provocadas por
reacciones del sistema inmune. Por ejemplo, una sensibilidad a la
tiramina en el queso, el vino o el chocolate puede producir migrañas.
La especificidad individual, particularmente en el campo de las alergias, está relacionada con la herencia genética.
Un anticuerpo llamado inmunoglobulina es una proteína que el sistema
inmune utiliza para defenderse. Existen diversos tipos: IgE, IgG, IgA,
IgM, por medio de los cuales el sistema inmune reconoce y conserva el
rastro de células huéspedes normales o foráneas, los microbios de las
moléculas alimentarias o las toxinas.
Las reacciones alérgicas dependientes de los anticuerpos de clase
inmunoglobulina E (IgE), se producen en menos de una hora. Generalmente
se manifiestan en la piel, el sistema respiratorio, o el digestivo.
Alrededor de 1 o 2% de este tipo de alergias se debe a esta reacción
aguda.
La mayor parte de las sensibilidades a los alimentos implican reacciones
retardadas mediadas por la IgG. Los síntomas pueden aparecer después de
dos horas, pero lo hacen más frecuentemente después de 1 o 3 días de
haber ingerido un alimento.
Los síntomas son por lo general
subjetivos. Por ejemplo, usted puede comer maíz un día sin notar ningún
problema, mientras que al comerlo otro día podrá tener síntomas.
Las alergias alimentarias retardadas pueden causar todo tipo de síntoma.
Una enfermedad crónica implica por lo general un estado de vigilancia
inmunológico inapropiado relacionado con la alergia alimentaria, aún si
ésta no es la causa principal del problema.
El sistema inmunológico puede permanecer hiperactivo, conduciendo a
síntomas inflamatorios crónicos y persistentes por un periodo largo
después de que el desencadenamiento inicial de una alergia desaparece.
Algunos síntomas de sensibilidad retardada son los siguientes:
dolor
crónico, depresión, fatiga, dolor articular, eczema, otros problemas
gastrointestinales, sinusitis o enfermedades frecuentes del oído medio,
sinusitis crónica, asma, tos, enfermedad de Menière o vértigo, etc.
De hecho, las alergias alimentarias retardadas son una causa subyacente o
un factor agravante en varias enfermedades crónicas. Por ejemplo, las
enfermedades autoinmunes, los problemas de infertilidad, los embarazos
difíciles, la artritis reumatoide, el asma, la enfermedad inflamatoria
del intestino, y otros problemas inflamatorios. Por lo tanto, si usted
sufre de una enfermad crónica que no responde al tratamiento que le han
recetado, deberá tener en cuenta la posibilidad de que existan alergias
alimentarias retardadas.
Sesenta por ciento de nuestro sistema inmunológico está ubicado en el sistema digestivo,
porque es allí a donde se dirigen los alimentos y sus microbios, la
fuente de materiales extranjeros al cuerpo y provenientes del mundo
exterior.
Si se presentan problemas digestivos o permeabilidad intestinal,
entonces los péptidos (unidades proteicas en el alimento) se escaparán a
la digestión y los anticuerpos del sistema inmunológico se les fijarán
para combatirlos, dando como resultado un complejo inmunológico
potencialmente inflamatorio.
Complejos inmunes
Permeabilidad intestinal
Los
complejos inmunes se pueden acumular en los tejidos. Los medicamentos
anti-inflamatorios no esteroideos (AINES, por ejemplo el diclofenaco, el
voltarén, el sulindaco, el naproxeno, la indometacina, etc.), aumentan
la permeabilidad intestinal creando más complejos inmunológicos que dan
origen a la artritis.
Por último, existen también otros alimentos tóxicos como aquellos que contienen
glutamato monosódico y aspartame, que son excitotoxinas (sustancias químicas que pueden causar daño al cerebro y al sistema nervioso)
capaces de aniquilar las células del cerebro.
La intolerancia al gluten
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El
gluten es una mezcla de varias proteínas que se encuentran en el
endosperma de todos los granos o cereales. Es responsable de la
elasticidad de las pastas, por lo que se lo puede considerar como "la
goma" de los cereales. De hecho, la goma es fabricada a base de gluten.
Esto les puede ilustrar lo difícil que es digerir el gluten.
El gluten se divide en dos grupos: las prolaminas y las gluteinas. Las
proteínas de la familia de las prolaminas se hallan a la raíz de la
enfermedad celíaca.
El trigo, el centeno y la cebada son los cereales más tóxicos, seguidos
del maíz. Durante millones de años, los hombres mantuvieron una
alimentación natural, análoga a la alimentación de los animales
salvajes. Las enzimas y las mucinas digestivas estaban adaptadas a las
diversas sustancias ingeridas.
Por el contrario, la alimentación
moderna es rica en macromoléculas nuevas, a las cuales las enzimas y
las mucinas no se han adaptado.
Aun en cantidades pequeñas o excepcionales, un alimento que contiene
gluten provoca lesiones en el intestino. Actualmente las industrias
agroalimentarias modifican excesivamente los cereales, que se han
convertido en sustancias poco asimilables y, por consiguiente, son más
tóxicos que aquellos que solían consumirse en el pasado.
He aquí una lista no exhaustiva de cereales y de sus porcentajes de prolaminas:
- Trigo 69% de alfa gliadina
- Espelta 69% de alfa gliadina
- Kamut 69% alfa gliadina
- Centeno 30 a 50% de secalina
- Cebada 46 a 52% de hordenina
- Maíz 55% de zenina
- Sorgo 52% de carifina
- Mijo 40% de panicina
- Avena 20 a 30% de avenina
- Tef 12%
- Arroz 5% de orzenina
La quínoa, el amaranto y el trigo sarraceno son "pseudocereales", y
suelen ser mejor tolerados, pero igualmente algunos contienen prolaminas
y pueden afectar a las personas más sensibles al gluten.
La sensibilidad al gluten comprende una reacción retardada que concierne
a los anticuerpos IgG. Aliviar los efectos del gluten en la salud puede
tomar semanas o meses después de haber eliminado el consumo de estos
alimentos.
Cuando estas proteínas o péptidos en los cereales no se degradan
completamente - no se digieren - , pueden traspasar la pared intestinal,
abrirse paso al torrente sanguíneo y provocar reacciones inflamatorias.
Por ejemplo, la zonulina es una proteína que producimos como respuesta a
la ingesta de gluten y que provoca permeabilidad intestinal. Ciertos
investigadores han relacionado a esta proteína con la permeabilidad de
la barrera hematoencefálica que protege nuestro cerebro, y es por esto
que puede afectarnos a nivel neurológico. Los virus de las vacunas
pueden circular en la sangre y abrirse paso al cerebro, lo que facilita
el desarrollo de problemas mentales, entre otros. Además, la zonulina
también ha sido relacionada con la permeabilidad de la piel y es una de
las causas de problemas cutáneos como el eczema o la psoriasis.
Los péptidos o proteínas no degradables del gluten se asemejan a los
péptidos opioides y se comportan como los derivados de la morfina.
Aquellos que acostumbran auto-medicarse con el gluten (por ejemplo,
comiendo para sentirse mejor anímicamente) pueden tener síndrome de
abstinencia al quitarlo de la dieta.
Los péptidos provenientes del gluten provocan cambios en el
comportamiento y favorecen el desarrollo de enfermedades degenerativas y
del sistema nervioso central.
Algunos síntomas y signos de la intolerancia al gluten son: Las anemias,
los efectos negativos sobre la memoria y el aprendizaje, los problemas
escolares, la dislexia, la falta de autoestima, la disminución de la
sociabilidad, la depresión, los problemas de insomnio, las
modificaciones en la libido, el estreñimiento, la diarrea, el gas
intestinal, la enfermedad de Crohn, etc.
Los péptidos opioides perturban el aprendizaje, las emociones y la
sociabilidad. Aquellos que derivan del gluten tienen un rol
etiopatogénico en el autismo. Existe una fuerte correlación entre la
incidencia de la esquizofrenia y el consumo de cereales.
El déficit inicial es digestivo y enzimático, y genera una carencia de
peptidasa y dipeptidasa de tipo 4, una enzima destinada a destruir la
gluteomorfina durante la digestión. Eso provoca una digestión incompleta
del gluten, transformándolo en péptidos opioides o en péptidos que se
asemejan a los virus y desencadenan reacciones inmunitarias en el
cuerpo. Estos péptidos que atraviesan los intestinos y que se esparcen
por todo el cuerpo, provocan lesiones tisulares a través de reacciones
inflamatorias. Al comportarse como virus o como ciertos derivados
morfínicos, provocan cambios en el comportamiento y favorecen el
desarrollo de enfermedades degenerativas.
La intolerancia al gluten se resume en la perturbación de
nuestro sistema enzimático. Las proteínas de los cereales son, en
efecto, digeridas de manera incompleta.
Los metales pesados que se acumulan en cuerpo tienen una acción
inhibidora en una clase de enzimas llamadas las peptidasas, cuya función
está altamente orientada hacia la descomposición completa de las
proteínas alimentarias provenientes del gluten. El mercurio inhibe la
dipeptidasa de tipo 4.
Las proteínas derivadas del pan, que no se degradan completamente,
atraviesan la pared intestinal - ya alterada por una hiperproliferación
de levaduras, el mercurio, los medicamentos y el gluten por sí mismo - e
ingresan al torrente sanguíneo.
Los hongos como el candida albicans pueden invadir la pared del
intestino rápidamente e instalarse en la mucosa intestinal,
obstaculizando la absorción normal de los alimentos, por ejemplo.
Algunos ejemplos de las más de 300 enfermedades vinculadas al consumo de gluten son
el autismo, los comportamientos obsesivos compulsivos, la epilepsia, la psoriasis, la infertilidad, las enfermedades autoinmunes, etc.
Todo lo que he mencionado con respecto al gluten se aplica también a la caseína, una de las principales proteínas de los productos lácteos como la leche, el queso, la crema, el yogur, etc.
La hiper-proliferación de levaduras lesiona la pared intestinal y provoca la hiper-permeabilidad intestinal.
La alimentación tóxica es un factor ambiental que excita el sistema
inmunológico y provoca una reacción intestinal. Si usted deja de
estimular el sistema inmunológico, el sistema se calma poco a poco, y
comienza a regularse. Si uno sana la permeabilidad intestinal comenzará
la curación. Cabe mencionar que el mercurio aumenta la permeabilidad
intestinal.
La intolerancia a la caseína
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Los
productos lácteos pueden provocar varios problemas, ya sea debido a una
sensibilidad a la caseína que se deriva en problemas similares a los
del gluten de los cereales, o bien a través de una intolerancia a la
lactosa o de los contaminantes, antibióticos, hormonas e infecciones del
ganado vacuno en ciertos países.
La mayor parte de la población europea no estaba bioquímicamente
preparada para alimentarse de la leche cuando comenzó a hacerlo. Debido a
la falta de respeto al medio ambiente y al uso de diversos
contaminantes, que nos llegan directamente de la hierba que consumen las
vacas,
la leche producida hoy en día es una mezcla de
contaminantes, metales pesados y pesticidas, sin contar la adición de
antibióticos, vacunas o mercurio, hormonas, etc. Por ende, puede ser muy tóxica para el organismo.
Muchas personas sufren de problemas digestivos, patologías físicas o
problemas mentales como consecuencia del consumo abusivo de productos
lácteos.
A eso se suma que el mercurio en los lácteos causa graves alteraciones
en la pared intestinal y en el cerebro, además de grandes desperdicios o
bloqueos del sistema enzimático. Finalmente, este veneno termina
fijándose en diversos tejidos y órganos.
Nuestros órganos vitales intoxicados (tales como el hígado) tratan de
deshacerse de esta toxina por todos los medios, a pesar del consumo
diario de alimentos indeseables.
Además, la leche inhibe la secreción de tóxicos como el mercurio.
La pared intestinal alterada le permite a los péptidos morfínicos de los
productos lácteos - así como a los productos del gluten - , pasar
directamente al torrente sanguíneo y acumularse en diversos órganos.
La mala digestión de estos péptidos también provoca enfermedades psíquicas.
Entre los problemas de comportamiento se encuentran los siguientes:
problemas
de memoria y de concentración, hipo-actividad, melancolía, depresión,
diversos síndromes autísticos, insensibilidad al dolor, automutilación,
anorexia y bulimia, y epilepsia.
Algunas enfermedades crónicas relacionadas con los productos lácteos son:
problemas
de peso, dolores de cabeza, problemas ORL (sinusitis, bronquitis,
rinitis, otitis, asma), problemas de la vista, estrabismo,
conjuntivitis, problemas de la piel (dermatosis, eccema, acné),
enfermedades inflamatorias y reumatismos (artrosis, artritis),
fibromialgia, fatiga crónica, etc.
La leche está relacionada con la diabetes tipo 1 y también es
responsable de la osteoporosis que supuestamente debería prevenir.
Observemos a nuestros vecinos asiáticos que casi no consumen productos
lácteos y no sufren estas consecuencias en su salud ni en sus huesos.
Los anti-nutrientes - el ataque de las lectinas
© Desconocido
Los
granos deben ser procesados, puestos en remojo y, sobre todo,
cocinados. No se puede comer trigo crudo sin caer enfermo de
gastroenteritis. Esto mismo se aplica a los demás cereales, las
legumbres y las patatas, que contienen toxinas - conocidas comúnmente
como anti-nutrientes - , para evitar que los animales (incluyendo a los
seres humanos) se los coman. El hecho de que las plantas no puedan
gritar y correr no significa que quieran ser comidas. Y
sólo porque que no tienen dientes o garras, no significa que no se puedan defender.
En primer lugar, las plantas producen bloqueadores de enzimas que actúan
como pesticidas contra los insectos y otros animales, incluyéndonos a
nosotros. Nuestro sistema digestivo utiliza muchas enzimas para
descomponer y absorber los alimentos. Cuando consumimos semillas,
legumbres, cereales, y solanáceas (patatas, tomates, berenjenas y
pimientos), éstas reaccionan a través de un bloqueo de enzimas. Las
proteasas son las enzimas más comunes que los granos tratan de romper,
cuya función es digerir las proteínas. Se trata más específicamente de
la enzima pepsina del estómago y las enzimas tripsina y quimotripsina
del intestino delgado. Otros productos químicos interfieren con la
función de la amilasa, la enzima que digiere el almidón, y por lo tanto
son llamados inhibidores de la amilasa.
Las lectinas son proteínas muy pequeñas que se ligan específicamente y
de una forma reversible a ciertos carbohidratos. El consumo de alimentos
ricos en lectinas puede provocar diarreas, náuseas y vómitos.
Cocer los granos después de haberlos dejado en remojo entre 12 y 24
horas, puede eliminar la toxicidad de algunas lectinas. Pero ciertas
lectinas como la de los frijoles, son resistentes al calor. Las lectinas
pueden provocar irritaciones y afectar la capacidad de absorción del
intestino. A largo plazo, pueden causar alergias, deficiencias
nutricionales o inmunológicas. Las lectinas pueden inducir una
resistencia a la leptina, una hormona que regula la reserva de grasa.
Las lectinas se encuentran en todos los granos, los cereales, las
leguminosas, los productos lácteos y la familia de las solanáceas
(tomate, patata, berenjena y pimientos).
La lectina del gluten puede provocar desgastes directos en la mayoría de
los tejidos del cuerpo, sin necesidad de una susceptibilidad genética o
reacciones inmunitarias. Esto explica por qué las enfermedades
inflamatorias crónicas y degenerativas son endémicas en poblaciones que
consumen trigo, aun cuando las alergias y las intolerancias al gluten
son raras.
Las lectinas son muy pequeñas (como los anticuerpos) y resistentes, y se
acumulan en los tejidos, donde interfieren con los diferentes procesos
biológicos.
La lectina del gluten tiene una gran afinidad a una proteína llamada la
N-acetil-glucosamina, que se encuentra en todo el cuerpo, como en los
cartílagos, tendones y articulaciones. Es por eso que los suplementos a
base de glucosamina alivian los dolores, porque las lectinas del gluten
se fijan a esta proteína en vez de acumularse en nuestras
articulaciones.
Las lectinas son tan pequeñas que pueden atravesar la barrera intestinal
y hematoencefálica sin ninguna dificultad, provocando daños en el
cerebro y el cuerpo en general.
Las lectinas pueden influenciar la expresión genética de ciertas
células. Son inflamatorias, inmunotóxicas, neurotóxicas, citotóxicas, y
pueden perturbar la función endocrina y cardiótoxica, y afectar
negativamente la función gastrointestinal.
Más del 60 por ciento de las lectinas permanecen inmunológicamente
intactas en el tracto digestivo. Por consiguiente, el daño potencial es
inmenso.
Las lectinas son capaces de permanecer intactas en el estómago. Sus
concentraciones pueden ser muy altas, y en consecuencia, su transporte a
través de la pared intestinal puede exceder el de otros antígenos de la
dieta por varios órdenes de magnitud.
Las lectinas también pueden adherirse a las paredes intestinales,
dañando su permeabilidad. Una vez que atraviezan la barrera defensiva
básica, causan estragos en todo el cuerpo humano. La destrucción
profunda que provocan las lectinas es observable en la respuesta
autoinmune que puede desencadenar. La secuencia de las proteínas en
algunas lectinas es casi idéntica a los tejidos del cuerpo humano, lo
cual dificulta la tarea de distinguirlas.
El sistema de defensa inmunológico ataca a las proteínas extrañas, y al
aprender a identificar la secuencia como un enemigo, ataca también las
secuencias similares en el cuerpo humano. La lectina en el trigo se
compone de secuencias de aminoácidos que imitan tanto el tejido del
cartílago en las articulaciones como las vainas de mielina que cubren
los nervios.
Otras lectinas son casi idénticas a los mecanismos de filtración en los
riñones, las células del páncreas que producen insulina, la retina y el
revestimiento del nuestros intestinos. Y una vez activado, el sistema
inmunológico no se detiene. Las lectinas confunden al sistema
inmunológico, enseñándole que algunas partes principales de "nosotros"
son cuerpos extranjeros. La lección aprendida se convierte en terrible
sufrimiento, un cuerpo que se ataca a sí mismo, es decir, enfermedades
autoinmunes como la enfermedad de Crohn, la colitis ulcerosa, la
artritis reumatoide anquilosante, la espondilitis, el lupus eritematoso
sistémico, la psoriasis, la diabetes mellitus tipo 1, la
glomerulonefritis, la esclerosis múltiple y muchas otras. También pueden
desarrollarse problemas de tiroides, inflamación, alergias, erupciones
en la piel y asma.
Las bacterias producen lectinas que les permiten adherirse a los tejidos para provocar una infección eficaz.
Las fuentes más comunes de lectinas nefastas son los cereales, sobre
todo el gluten, los productos lácteos, las leguminosas (como la soja,
las nueces y los frijoles) y el maíz. La familia solanácea (tomates,
patatas, pimientos y berenjenas) contiene igualmente lectinas
potencialmente peligrosas, a las cuales ciertos individuos pueden
volverse muy sensibles, por ejemplo aquellos que sufren de artritis.
La fermentación y el remojo son empleados para eliminar sustancias
nocivas, pero ciertas lectinas nunca se eliminan siquiera tras la
cocción.
A los virus no les gustan las lectinas, los productos químicos, ni los
contaminantes. Su primera reacción es la adaptación, lo que le permite a
la "célula diana" cambiar su función y también llamar la atención del
sistema inmunológico para que acalle esta rebelión.
Eso puede dar origen a células cancerígenas.
La soja
© Desconocido
La soja es una legumbre que contiene una alta cantidad de lectinas que afectan el intestino delgado. De hecho,
contiene tantos anti-nutrientes que no es comestible para los seres humanos sin una gran cantidad de procesamiento (fermentación), mucho más que otras semillas.
En un estudio de cincuenta culturas asiáticas, las personas que habían
encontrado una manera de desactivar los inhibidores de tripsina en la
soja fueron las únicas que la consideraron comestible. Esto se realiza a
través de procesos de alta fermentación, por ejemplo, el tempeh. Los
monjes comían tofu no fermentado para mantener sus votos de abstinencia
sexual: los fitoestrógenos de la soja reducen los niveles de
testosterona, y por lo tanto, la libido. "Salvo en los casos de
hambruna", escribe el experto en soja Kaayla Davis, "el tofu se servía
en pequeñas cantidades como condimento, generalmente en el caldo de
pescado, nunca como plato principal. "
Los chinos comían soja como la única fuente de proteínas en épocas en que padecían problemas de hambruna.
Otro tipo de anti-nutrientes, los fitatos, se unen a los minerales en el
tracto digestivo, impidiendo que éstos sean absorbidos. Los minerales
en cuestión son justamente los necesarios para la digestión,
especialmente el calcio. El cuerpo presta calcio para la digestión,
quitándolo de los lugares de almacenamiento como los dientes y los
huesos, y suponiendo que la comida ingerida lo repondrá más tarde, lo
cual no sucede en la práctica.
Por ende, el cuerpo presenta consecuentemente una carencia de calcio.
La soja tiene un nivel tan alto de fitatos que ningún procedimiento de remojo o fermentación los desactiva por completo.
La soja es también una causa conocida de bocio. Los investigadores han
sabido desde 1930 que la soja puede bloquear y dañar permanentemente la
glándula tiroides si se la consume frecuentemente.
En Japón, donde el consumo de soja es el más alto de Asia, la enfermedad
de la tiroides está muy repandida. Después de todo, la tiroiditis de
Hashimoto, la forma autoinmune de hipotiroidismo, se detectó por primera
vez en Japón. La prevalencia de la enfermedad de la tiroides ha
motivado a los investigadores japoneses a llevar a cabo importantes
estudios que
demuestren los efectos adversos de los alimentos derivados de la soja en la glándula tiroides.
En un estudio realizado en adultos japoneses sanos, treinta gramos de
soja por treinta días fue suficiente para provocar trastornos en la
tiroides.
La concentración de fitoestrógenos de la soja, que inhiben la
biosíntesis de las hormonas tiroideas, se encuentra dentro del rango de
exposición de los niños que consumen leche de fórmula a base de soja.
Otra consecuencia grave para la salud es el desequilibrio de las
hormonas sexuales provocada por los fitoestrógenos de la soja. Los
fitoestrógenos son producidos por más de 300 plantas, pero la soja es la
única que consumen los seres humanos. Los fitoestrógenos causan daño de
dos maneras: en primer lugar, pueden unirse a los receptores de
estrógeno en el cuerpo, bloqueando los estrógenos verdaderos y otras
hormonas. Y en segundo lugar, también pueden perturbar la producción de
estrógeno.
Los fitoestrógenos son poderosos desestabilizadores endocrinos.
Estos fitoestrógenos - la formononetina, la biocanina A y la genisteína -
causan daño endometrial y cambios en el moco cervical asociado a la
esterilidad.
Sesenta gramos de proteína de soja, es decir, una taza de leche de soja,
contiene 45 mg de isoflavonas. Una taza de tofu contiene 56 mg, y una
media taza de frijoles de soja tostados, 128 mg.
En Italia, los suplementos de isoflavonas fueron responsables de
aumentos significativos en la aparición de hiperplasia del endometrio,
que puede ser precanceroso. Algunos investigadores pidieron que estos
suplementos de isoflavona fueran llamados "fármacos potentes " y
cuestionaron la seguridad a largo plazo de los fitoestrógenos con
respecto al endometrio.
El Dr. Lon R. White, neuro-epidemiólogo en Honolulu, realizó un estudio
con más de cuatro mil hombres y 500 de sus esposas utilizando pruebas
cognitivas, resonancias magnéticas, algunas autopsias y estudios de la
función cerebral.
Aquellos que comían tofu al menos dos veces a
la semana sufrieron de un envejecimiento acelerado del cerebro, una
disminución de la capacidad cognitiva, y tuvieron más del doble de
probabilidades de ser diagnosticados con la enfermedad de Alzheimer.
Los ventrículos del cerebro se veían dilatados en sus imágenes de
resonancia magnética, mientras que las autopsias cerebrales mostraban
una atrofia cerebral. De hecho, entre más tofu comieron, mayor fue el
impedimento cognitivo y/o la atrofia cerebral.
Las isoflavonas de la soja pueden bloquear la tirosina quinasa, una
enzima requerida por el hipocampo (la zona del cerebro responsable de la
memoria y el aprendizaje). Los fitoestrógenos también pueden agravar el
daño al reducir las concentraciones de la proteína de unión del calcio
que protege al cerebro de enfermedades neurodegenerativas.
El
fitoestrógeno genisteína, en particular, interfiere con la síntesis de
ADN en el cerebro mediante la reducción de la producción de nuevas
células cerebrales e incrementando la muerte celular.
En otros tiempos, la soja se cultivaba para producir pintura y
pegamento. En 1913, el Departamento de Agricultura de los EE.UU.
catalogó a la soja como material industrial.
La leche de soja se produce al remojar los frijoles en una solución
alcalina y luego cocinándola a presión. Tanto el pH alto como la presión
dañan importantes nutrientes en los granos, como las vitaminas, los
aminoácidos a base de azufre, y sobre todo la lisina. Durante este
proceso, su puede crear una toxina llamada lisinoalanina.
Es por esto que la leche de soja debe ser fortificada, por lo general
con la adición de calcio y vitamina D2. La vitamina D2 es una forma
sintética de la vitamina D que puede causar hiperactividad, enfermedades
coronarias y reacciones alérgicas. La leche de soja también tiene que
ser emulsificada y estabilizada, con el fin de mantener todas estas
sustancias unidas. El óxido de titanio, un mineral utilizado en pinturas
blancas, se ha utilizado con este propósito.
El queso de soja por lo general comienza como aceite hidrogenado que,
como veremos más adelante, es extremadamente tóxico. También se utiliza
una solución de hexano durante el procesamiento.
Algunos aminoácidos se destruyen, otros se vuelven tóxicos y
cancerígenos. La soja dificulta la absorción de minerales y los animales
de experimentación alimentados con proteína de soja acaban con
deficiencias de calcio, magnesio, manganeso, molibdeno, cobre, hierro y
zinc.
La proteína de soja no es muy diferente del plástico. Ambos son
difíciles de digerir y provocan grandes cantidades de flatulencias.
La agricultura - los carbohidratos y las enfermedades de la civilización
© Desconocido
Para
ser exclusivamente vegetarianos, tenemos que ser capaces de digerir la
celulosa de la hierba, pero no es nuestro caso, ya que somos omnívoros.
A lo largo de la historia, la humanidad ha fomentado y se ha basado en
la ganadería de pastoreo para gran parte de su sustento, ya que es el
único proceso capaz de convertir la energía de producción en la hierba
en una fuente de energía directamente consumible por los seres humanos.
Diecinueve millones de toneladas de vegetación son producidos por las plantas en los pastizales y sabanas, y no son comestibles.
Los humanos y los rumiantes no compiten por la misma comida. Sí, la
cultura industrial ha estado rellenando con granos a tantos animales
como le es posible.
Pero es la lógica del capitalismo industrial que está dictando la dieta, no la naturaleza.
La agricultura es de por sí carnívora: lo que come son ecosistemas,
tragándose todo. El cultivo de grano requiere la tala de bosques, el
arado de las praderas, el drenaje de los humedales y la destrucción de
la capa superior del suelo. En la mayoría de la superficie planetaria,
nunca será sustentable, y donde podría ser posible se requeriría la
rotación de los animales en pastoreo. No tiene sentido dar granos a un
rumiante que podría haber subsistido felizmente en los bosques ahora
extintos, o en praderas y humedales de nuestro planeta, construyendo así
la capa superior del suelo y favoreciendo la diversidad de especies.
Las dos terceras partes de la superficie terrestre son completamente inadecuadas para el cultivo de granos.
También es fundamental entender que
la proteína en la carne de vaca contiene la totalidad de espectro de aminoácidos necesarios
y es de fácil asimilación para los humanos, mientras que la proteína
del trigo es a la vez de baja calidad y en gran medida inaccesible, ya
que viene envuelta en celulosa no digerible.
Si bien más alimentos y en mayores cantidades pueden ser producidos por
la agricultura, esta última está destruyendo al mundo en este proceso.
Continentes enteros que otras criaturas una vez conocieron como hogar,
han sido dedicados a los monocultivos.
Esta dieta no proporciona suficientes proteínas, grasas, vitaminas
liposolubles o minerales para el mantenimiento y la reparación del
cuerpo humano a largo plazo.
Calorías a granel, sí, pero no una buena nutrición.
Venimos de una larga línea de cazadores: 150.000 generaciones. Se han
descubierto utensilios de caza que datan de hace 2,6 millones de años.
Hemos fabricado las herramientas para tomar lo que los pastos ofrecían:
animales de gran tamaño cargados de nutrientes, más de lo que podríamos
esperar encontrar en las frutas y hojas. Nuestro cerebro es dos veces
más grande que el de un primate, mientras que nuestro tracto digestivo
es un 60 por ciento más pequeño. Nuestros cuerpos fueron evolucionando
gracias a alimentos ricos en nutrientes. Los antropólogos L. Aiello y P.
Wheeler llamaron a esta idea "la hipótesis de los tejidos costosos",
dentro de la cual postulan que
el cerebro creció porque la carne permitió que nuestro sistema digestivo se contrajera, liberando así energía para el cerebro.
En realidad, los gorilas y otros primates poseen bacterias fermentativas
necesarias para digerir la celulosa, una sustancia que nosotros no
podemos digerir. En cambio,
estamos hechos para consumir carne, por la proteína y la grasa que proporciona. Nuestros dientes y estómago, con su secreción de ácido clorhídrico, están hechos para consumir carne, no celulosa.
En los círculos antropológicos científicos, ese es un hecho indiscutido.
Absolutamente todas las autoridades respetadas confirman que éramos
cazadores.
Con la agricultura llegaron las enfermedades de la civilización.
No se habla de las enfermedades de cazadores-recolectores, ya que éstas
serán en su mayor parte inexistentes. No así las de los agricultores,
que han destruido sus cuerpos junto con el planeta. La lista de
enfermedades incluye la artritis, la diabetes, la hipertensión, las
cardiopatías, los accidentes cerebrovasculares, la depresión, la
esquizofrenia y el cáncer, así como la mala dentadura o visión, y toda
una serie de enfermedades autoinmunes e inflamatorias.
En su artículo
Cereal Grains: Humanity's Double-Edged Sword ("Los granos de cereales: la espada de doble filo de la humanidad") el Dr. Loren Cordain escribe:
"Los granos de cereales como alimento básico son una adición relativamente reciente en la dieta humana, y representan un cambio dramático en la alimentación a la cual estamos genéticamente adaptados.
La discordancia entre necesidades alimenticias humanas determinadas
genéticamente y la dieta actual es responsable de muchas de las
enfermedades degenerativas que aquejan al hombre industrial... Existe
una gran cantidad de evidencia que sugiere que los granos de cereales
son los alimentos menos óptimos para los seres humanos, y que el
ser humano tiene una composición genética y fisiología que no se ha
adaptado completamente a los altos niveles de consumo de cereales."
Estamos comiendo alimentos que no existían hasta hace unos pocos miles
de años: cultivos anuales, especialmente cereales, y más aún el producto
final industrial de harinas refinadas, azúcares y aceites. Como Cordain
señala:
"Más del 70% de las calorías de nuestra dieta provienen de alimentos que
nuestros ancestros paleolíticos no comieron nunca, o rara vez. Nuestros
propios cuerpos, con sus enfermedades degenerativas y el crecimiento
excesivo de las células, son la evidencia que necesitamos para
determinar que esta dieta no es natural."
Los epidemiólogos saben que la esclerosis múltiple es una enfermedad
autoinmune mediante la cual el cuerpo ataca sus propios nervios,
específicamente las vainas de mielina, que es una capa de grasa y
proteína alrededor de los nervios que permite una transmisión rápida y
eficiente del impulso nervioso. Esto es más frecuente en las culturas
donde el trigo y el centeno constituyen la alimentación de base. En los
registros arqueológicos, la artritis reumatoide, que deja una prueba muy
clara en los restos óseos, se halló en poblaciones que habían
introducido el consumo de trigo y maíz, en todo el mundo.
Varios paleopatólogos nos dicen que
los trastornos autoinmunes no parecen haber perjudicado a los seres humanos antes de la adopción del modo de vida agrícola.
La agricultura ha desplazado a los alimentos ricos en nutrientes y
necesarios para los seres humanos, reemplazándolos por mononutrientes
derivados del azúcar y el almidón.
Este desplazamiento en el consumo de alimentos provocado por la llegada
de la agricultura llevó a una disminución inmediata de la estatura
humana.
Existen aminoácidos esenciales que constituyen los bloques de
construcción de la proteína. Son esenciales porque el organismo humano
no es capaz de crearlos. Sólo podemos obtenerlos de la dieta. Del mismo
modo, existen ácidos grasos esenciales que deben ser ingeridos porque
nuestro organismo no está capacitado para crearlos.
La carne contiene proteínas, minerales y grasas necesarios para metabolizar las proteínas y los minerales.
Pero no existe nada semejante a un hidrato de carbono esencial o necesario. La verdad es que
la cantidad real de hidratos de carbono requeridos por los seres humanos para la salud es nula.
Cada célula del cuerpo puede producir todo el azúcar que necesita. Y
esto incluye a las células de nuestro cerebro. Los partidarios de las
dietas altas en carbohidratos han creado y repetido hasta la saciedad el
mito de que nuestro cerebro necesita glucosa y que, por lo tanto,
tenemos que comer hidratos de carbono. Sí, es cierto que nuestro cerebro
tiene necesidad de glucosa, y es precisamente por eso que nuestro
organismo puede producirla. Pero
lo que necesita realmente es
una fuente muy estable de glucosa; una cantidad muy elevada o muy baja
puede provocar una emergencia biológica, dando lugar a un coma o
a la muerte, como en el caso de la diabetes. Y esto es lo que una dieta
a base de carbohidratos proporcionará, un ciclo constante de altibajos
de glucosa. Una lista parcial de enfermedades causadas por los altos
niveles de insulina incluye las enfermedades del corazón, un colesterol
elevado, triglicéridos elevados, presión arterial alta, problemas de
coagulación de la sangre, el cáncer de colon (y otros tipos de cáncer),
la diabetes de tipo II, la gota, la apnea del sueño, la obesidad, el
reflujo gastroesofágico (acidez estomacal severa), la enfermedad de
úlcera péptica, la enfermedad del ovario poliquístico, etc.
Se trata de enfermedades graves, endémicas en la civilización moderna.
Las aceptamos como normales porque son tan frecuentes. Consumimos los
alimentos que ofrece nuestra cultura y después nos enfermamos. Es el
Departamento de Agricultura (no el de Nutrición) quien dicta la
composición de la famosa pirámide alimenticia.
¿Cuál es la diferencia entre los carbohidratos complejos y el azúcar?
© Desconocido
A
pesar de la intensa propaganda actual que afirma que los carbohidratos
son "buenos" y el azúcar "malo", el asunto no es tan sencillo. Ya sean
"simples" o "complejos",
todos los carbohidratos son azúcares.
La única diferencia reside en el hecho de que en el primer caso se
trata de moléculas del azúcar, mientras que en el otro de una cadena de
moléculas del azúcar. La glucosa es el azúcar más simple, compuesto de
una sola molécula. La sacarosa (el azúcar de mesa) está compuesta por
dos moléculas y, por lo tanto, es un disacárido. Si hay tres moléculas,
se habla de trisacáridos. Los azúcares con más moléculas son llamados
polisacáridos. Estos están presentes en los cereales, los frijoles y las
patatas. Nuestro sistema digestivo no puede digerir las cadenas largas,
porque son demasiado grandes para ser absorbidas a través de la pared
intestinal. Por lo tanto, nuestro cuerpo las descompone en azúcares
simples. Y cada molécula finalmente llega al torrente sanguíneo. Ya sea
que empezó su vida como un pastel sin grasa, un cuarto de taza de
azúcar, un refresco en lata, un plato de fettuccine, una patata al
horno, o un puñado de caramelos, para cuando el tracto intestinal
termine de digerirlo, cortando los vínculos de las cadenas de almidón y
azúcar, todo habrá sido reducido a... azúcar. Más específicamente,
glucosa. Y al fin de cuentas, existe muy poca diferencia metabólica
entre comer una patata mediana al horno o beber una lata de 350ml de
refresco. Cada uno contiene aproximadamente cincuenta gramos de glucosa.
Según el Departamento de Agricultura de los EE.UU., se debe consumir un
60 por ciento de hidratos de carbono. Esa cantidad de azúcar en la
sangre podría llevar al coma y a la muerte si los seres humanos no
tuvieran una forma de procesar el azúcar y las comidas rápidas. El
cuerpo está equipado con un mecanismo que diluye el azúcar en la sangre,
pero es un proceso del cual los agricultores nos obligan a abusar.
Los niveles elevados de azúcar estimulan el páncreas para producir
insulina. La insulina es una hormona responsable del almacenamiento de
nutrientes. Su objetivo principal es almacenar el exceso de azúcar, los
aminoácidos y las grasas de la sangre en las células. El ciclo de azúcar
alto en la sangre, un exceso de insulina, y azúcar bajo en la sangre se
llama hipoglucemia, y se termina cuando la persona afectada,
biológicamente desesperada por restablecer sus niveles de azúcar en la
sangre, come aún más carbohidratos. Eso le ayudará por una hora o dos
hasta que el azúcar en la sangre vuelva a bajar y todo el proceso
recomience. La resistencia a la insulina en los receptores se da debido a
un exceso de insulina secretado por el páncreas, más de lo que debería o
podría producir.
El exceso de azúcar crónica destruye los nervios, las arterias, la retina y el corazón.
Demasiada insulina activa el crecimiento de las células del músculo liso
que se alinean en las arterias, resultando en el engrosamiento de las
paredes y la reducción de la elasticidad. El volumen de sangre en las
arterias se reduce, lo que significa que el corazón tiene que bombear
con más fuerza. Esta es otra manera de referirse a la "presión arterial
alta". La insulina también provoca que los riñones retengan líquidos, lo
que a su vez aumenta la presión arterial. Las arterias con menor
elasticidad hacen que una persona sea más propensa a espasmos arteriales
y a tener depósitos de placas, las causantes de las enfermedades del
corazón. La insulina también estimula el tejido conectivo fibroso que
crece dentro de las arterias, facilitando la formación de la primera
capa de la placa arterial.
La insulina aumenta la oxidación del colesterol LDL. Esta sustancia tan
útil ha sido declarada culpable sin razón alguna y catalogada como
"colesterol malo". Al igual que el resto de las sustancias en nuestro
cuerpo, el colesterol LDL sólo trae problemas cuando está dañado.
¿Y qué lo perjudica? Demasiado azúcar en la sangre y mucha insulina.
Los azúcares son capaces de unirse a las proteínas en todo el cuerpo y
de desencadenar una reacción que provoca un daño permanente en las
células. Este proceso es llamado glicación y fructación de glucosa y
fructosa respectivamente. El proceso es similar a cómo las proteínas
lácteas, la grasa, el azúcar y el calor se transforman en caramelo. Los
Dres. Eades explican:
"Año tras año, desde el momento en que nacemos, el daño causado por el
proceso de caramelización se acumula en nuestro cuerpo, dando rienda
suelta a más estragos en la larga vida de algunas proteínas, incluyendo
la elastina (la proteína que da juventud y elasticidad a la piel), el
cristalino (la proteína especial que forma la lente del ojo), el ADN (el
modelo genético en todas las células) y el colágeno (la proteína
estructural que constituye más del 30 por ciento de la masa de proteínas
del cuerpo, que se producen en los tejidos de todo el organismo,
incluyendo el cabello, la piel y las uñas, las paredes de todas las
arterias y las venas, y el marco de los huesos y órganos). El daño a las
estructuras de estas proteínas críticas no sólo resulta en enfermedades
cosméticas como las arrugas y las manchas de la edad, sino además en
graves problemas de salud que van desde cataratas a la falla de los
órganos principales, tales como los riñones y el corazón."
Lo único necesario para que esto ocurra es la ingesta de azúcar.
El exceso de insulina requerido por esta ingestión hace que la
condición empeore aún más: la insulina aumenta la velocidad de oxidación
del colesterol LDL. Una vez dañado, el LDL se dirige a las paredes
arteriales. Allí se establece una reacción inmune. Los defensores del
cuerpo, los macrófagos, atacan y desmiembran al LDL, creando inflamación
y fragmentos de colesterol que son biodisponibles y serán utilizados
por el cuerpo en la formación de la placa aterosclerótica. La insulina
activa la producción de fibrinógeno, que es la sustancia utilizada en la
primera etapa de la formación de coágulos.
La insulina también
estimula los riñones, lo que hace que el magnesio y el potasio se
eliminen, y puede dar paso a la arritmia cardiaca.
Los triglicéridos que están correlacionados con las enfermedades
cardiovasculares se producen en el hígado a partir del azúcar en la
dieta.
La hormona que sirve de contrapeso a la insulina es el glucagón. Cuando
los niveles de azúcar en la sangre son bajos, la función del glucagón es
conseguir que regresen a la normalidad. Esto se logra gracias a que
esta hormona que estimula al cuerpo para que queme sus reservas de
energía, para lo cual recibe un poco de ayuda: tanto la adrenalina como
el cortisol forman parte del proceso.
Recuerde que un rango de
azúcar en la sangre fuera de lo normal, ya sea demasiado bajo o
demasiado alto, es una emergencia y requiere medidas urgentes.
La adrenalina nos prepara para luchar o escapar. Obliga a utilizar
energía almacenada y estimula el metabolismo de los músculos para que
estén listos para la acción. Una de las formas en que se libera más
energía hacia los músculos es frenando el aparato digestivo: la
presencia de adrenalina suprime la producción de ácido clorhídrico en el
estómago. De hecho, puede dañar la capacidad de nuestro estómago para
producir ácido clorhídrico, y cualquier persona con problemas de azúcar
en la sangre se halla en riesgo. La condición resultante se llama
gastroparesia. El Dr. Tom Cowan escribe:
"Una de las claves para la curación de la gastroparesia es tomar en
cuenta que ocurre con mayor frecuencia en las personas que sufren de
diabetes o de hipotiroidismo. La regulación del azúcar en sangre está
estrechamente relacionada con el funcionamiento del estómago y la salud
de los nervios. Las dietas bajas en carbohidratos han sido utilizadas exitosamente para tratar todos los trastornos del estómago,
ya que la insulina está íntimamente vinculada con la producción de
ácido, la presión en el esfínter esofágico y gástrico, y el control
hormonal de las funciones estomacales. Reducir los niveles de insulina a
través de una dieta baja en carbohidratos es el primer paso hacia la
solución de este trastorno."
El daño digestivo después de toda una vida aplicando un régimen
incorrecto puede impedir la ingesta de una dieta saludable y
fisiológicamente correcta a base de carne. El ácido clorhídrico como
suplemento y el vinagre de cidra de manzana pueden ayudar.
Las grasas
Por lo general, las señales de un déficit de grasa esencial se observan
en una resequedad de la piel, que se manifiesta de diversas formas:
1. Resequedad de los dedos, sobre todo en invierno.
2. Zonas mate en la piel, principalmente en la cara.
3. Piel mixta, grasa y seca.
4. "Piel de gallina" en los brazos, hiperqueratosis folicular.
5. "Piel de cocodrilo" (por lo general en la parte inferior de las piernas).
6. Cabellos secos y poco manejables.
7. Seborrea, pérdida del cabello, uñas frágiles.
Pero también se desarrollan enfermedades como
la depresión, la colitis, el eccema, la artritis, las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, etc.
Las grasas son esenciales para la salud. Componen las
membranas celulares, son precursoras de hormonas como la tiroidea, el
estrógeno, la testosterona, el cortisol, otras hormonas esteroideas y
hormonas eicosanoides, todas las cuales exigen la suministración de
ácidos grasos para su preparación.
Estas grasas esenciales son el ácido linoléico y el alfa linoléico.
Nuestro cuerpo puede producir los omega 3 a partir del ácido alfa
linoléico. Es esencial para producir hormonas eicosanoides, que son
esenciales para que las células puedan comunicarse entre sí. Pero a
partir de los años 50, los fabricantes de aceite lo eliminaron para
obtener un aceite más duradero. Esto ha contribuido a un déficit de esta
grasa tan esencial.
© Desconocido
Las
membranas de nuestras células deben ser flexibles para funcionar
adecuadamente. Es por esto que la composición de nuestra grasa debe ser
estable. Las grasas buenas son aquellas que proveen estabilidad y
flexibilidad a las membranas celulares de nuestro cuerpo. Y aquellas que
producen las hormonas eicosanoides anti-inflamatorias.
Las grasas malas son aquellas que oxidan (inflaman) nuestras membranas
celulares. Las grasas malas provocan desequilibrios hormonales y
lesiones o desgastes celulares, cáncer y enfermedades cardiovasculares.
Los aceites refinados son aquellos aceites líquidos que han sido
transformados artificialmente para hacerlos más durables. Este proceso
es conocido como una transformación en una configuración trans ("grasas
trans"). Asimismo, estos aceites son inapropiados como materia prima
para la fabricación de hormonas eicosanoides.
La margarina contiene un alto porcentaje de grasas trans. Pero es aún
más toxica porque ha sido sometida a un proceso de hidrogenación. La
adición de hidrógeno le da un aspecto sólido como aquel de las grasas
saturadas.
La oxidación es un mecanismo por el cual las grasas pueden volverse tóxicas. Un aceite rancio es un aceite oxidado.
Cuando consumimos aceites oxidables, éstos se oxidan fácilmente en el
cuerpo cuando pasan a formar parte de las membranas celulares.
A medida que las grasas se oxidan, se vuelven más inestables y altamente
reactivas a medida que se forman radicales libres. Estos subproductos
metabólicos inestables hacen todo lo posible para estabilizarse robando
un electrón a las moléculas vecinas y, por ende, dejando más moléculas
inestables o dañadas. Es así que los radicales libres en nuestro cuerpo
provocan inflamación, un proceso que es más conocido como estrés
oxidante o daño oxidativo.
La oxidación puede causar cambios debilitantes en nuestro ADN.
Según el lugar o la magnitud del daño oxidativo, este fenómeno puede conducir a las siguientes enfermedades:
aterosclerosis
(depósitos en los vasos sanguíneos), cáncer, artritis, cataratas,
enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer,
enfermedades autoinmunes y muchos otros problemas de salud generalmente relacionados con el envejecimiento.
Es por eso que los antioxidantes son tan importantes, ya que ayudan a
contrarrestar o neutralizar los radicales libres antes de que éstos
dañen nuestras células sanas. Los antioxidantes proveen un electrón a
los radicales libres cuando éstos buscan estabilizarse. Y por eso
también nuestro cuerpo ama los antioxidantes como las vitaminas C, E,
los caroteoides, el resveratrol, la taurina, la coenzima Q10, la
melatonina, por citar sólo algunos.
La oxidación es la fuerza más toxica que afecta a todas las
moléculas del cuerpo. Es también el enemigo de la juventud, el aliado de
todas las enfermedades y el mecanismo fundamental de todo daño, y
finalmente la muerte.
Las grasas saturadas son aquellas que si les deja a temperatura
ambiente, no se oxidan ni se ponen rancias. Por ejemplo, la grasa de
pato, de ganso o de cerdo, la manteca, la mantequilla, la mantequilla
clarificada, etc. El consumo de grasa saturada tiene un efecto
estabilizante en los aceites flexibles que componen nuestras membranas
celulares.
De hecho,
es importante aclarar que la
investigación no demuestra vínculo alguno entre las grasas saturadas y
las enfermedades cardiovasculares, inclusive aquellos estudios
que se utilizaron para promover el mito de que el colesterol era malo
para la salud. Dicho mito surgió gracias a las compañías farmacéuticas y
agroindustriales, que se beneficiaron enormemente al promoverlo a
costas de la salud de la población moderna. De hecho, las estatinas, que
son drogas hipolipemiantes (fármacos usados para disminuir el
colesterol), han generado las mayores ganancias en la historia de las
farmacéuticas.
Nuestros ancestros consumían muchas grasas saturadas sin padecer las enfermedades crónicas tan frecuentes hoy en día.
El colesterol es también una sustancia de reparación básica del cuerpo. En especial,
la integridad de la pared intestinal depende de él. El colesterol tiene un gran poder antioxidante porquepreviene que los radicales libres - que provocan cáncer - causen daño.
Los ácidos grasos son átomos de carbono unidos a átomos de hidrógeno.
Una grasa es saturada cuando cada uno de los enlaces potenciales de
carbono está ligado a un átomo de hidrógeno. Sus átomos forman una línea
recta y están muy juntos; es por eso que son sólidos a temperatura
ambiente. La saturación de todos los enlaces los hace estables, lo que
significa que no se degradan, incluso cuando se calientan.
Las grasas monoinsaturadas carecen de dos átomos de hidrógeno. Esto les
da su forma curva, porque sus átomos no están empaquetados tan
estrechamente como en las grasas saturadas. Piense en el aceite de oliva
o cacahuete: a temperatura ambiente son líquidos, pero al ser
refrigerados se convierten en sólidos.
Las grasas poli-insaturadas carecen de cuatro o más átomos de hidrógeno.
Tienen tantos dobleces en su forma que no encajan bien las unas con las
otras. Por lo tanto, siempre son líquidas e inestables, lo que
significa que se vuelven rancias muy rápidamente y nunca deben ser
calentadas. Estos son los aceites vegetales de maíz, de soja, de girasol
y demás, que inundaron nuestro suministro de alimentos en 1920.
Las grasas poli-insaturadas en los alimentos provienen principalmente de
dos fuentes: los ácidos grasos omega-6 y omega-3. Ya que nuestro cuerpo
no puede producirlos, son catalogados como "esenciales".
El aceite de coco y el de palma contienen grandes cantidades de grasas
saturadas (un 92 por ciento en el aceite de coco). Por otro lado, la
mantequilla contiene 60 por ciento de grasas saturadas, la carne de res
50 por ciento y la manteca de cerdo 40 por ciento.
Las grasas son clasificadas también de acuerdo a su longitud. Los ácidos
grasos de cadena corta están compuestos por sólo cuatro a seis átomos
de carbono. En el otro extremo del espectro se hallan los ácidos grasos
de cadena muy larga, formados por entre veinte y veinticuatro átomos de
carbono. Nuestro cuerpo los utiliza para producir eicosanoides, y
algunos son también cruciales para la salud del sistema nervioso.
Algunos de nosotros podemos sintetizar ácidos grasos de cadena larga a
partir de ácidos grasos esenciales (AGE), pero a otros nos falta una
enzima que eso sea posible. A este último grupo de individuos se lo
llama "carnívoros" porque deben obtener sus ácidos grasos de productos
de origen animal. Si usted es descendiente de poblaciones costeras o
insulares que comían pescado, bien podría también ser su caso.
Las vitaminas A, D, E y K son solubles en la grasa. Es decir, sólo
pueden ser transportadas por la grasa, y sin la presencia de grasa en la
dieta, su absorción es parcial en el mejor de los casos. Además, estas
vitaminas sólo están disponibles en la grasa animal de la dieta. No
existen fuentes vegetales que contengan vitamina A. Las plantas
contienen protovitamina A, que debe ser convertida en vitamina A. Aunque
los adultos saludables tienen la capacidad de hacer eso eficientemente,
no es el caso de los muy jóvenes o los ancianos. Y sin grasas animales
suficientes, tendremos problemas.
La vitamina A es necesaria
para la reproducción, la división celular normal, la visión, el
funcionamiento del sistema inmunológico, la remodelación ósea, la
formación del esmalte en los dientes durante el desarrollo infantil, y
la salud de la piel.
La vitamina D regula la absorción de calcio y su síntesis
inicial se produce a partir del colesterol que pasa a través de una
serie de transformaciones, comenzando con la luz del sol en la piel.
Es posible obtener vitamina D sólo de los alimentos, que es cómo los
seres humanos sobreviven en el ártico. Todas las fuentes de alimentación
de vitamina D son productos de origen animal: el aceite de hígado de
bacalao, el hígado de otros animales, yemas de huevo, los pescados
grasos y la mantequilla.
La vitamina E es necesaria para la reproducción y para prevenir las
enfermedades cardiovasculares. También es un importante antioxidante. Se
la encuentra en fuentes vegetales y animales.
La vitamina K es esencial para la coagulación de la sangre, y para
asegurar una buena densidad ósea. Se la obtiene de alimentos como el
hígado y las verduras de hoja.
Las vitaminas A, D, E y K son esenciales para la salud, y necesitan grasa saturada para su transporte y absorción. La
vitamina A y D están especialmente vinculadas a las grasas saturadas,
ya que sólo están disponibles en alimentos de origen animal.
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Las
grasas saturadas también proporcionan el colesterol. Los bebés
necesitan particularmente colesterol y grasas saturadas para el
desarrollo del cerebro y del sistema nervioso.
Nuestros órganos están rodeados de grasa saturada, que utilizan tanto para su protección como de combustible.
Esto es especialmente cierto en nuestro corazón. Bajo estrés, el
corazón puede recurrir a la grasa saturada que lo rodea. De hecho, la
grasa es el combustible preferido del corazón.
Los productos metabólicos producidos en el hígado a partir de la grasa
también constituyen el combustible preferido de nuestro sistema
nervioso. Además, sin grasa, nuestros neurotransmisores no pueden
transmitir señal alguna - literalmente - .
Veinticinco por
ciento del colesterol del cuerpo está ubicado en el cerebro, que se
compone de más de 60 por ciento de grasas saturadas.
El colesterol bajo también significa bajos niveles de serotonina, el
neurotransmisor del buen humor, lo que significa entonces que estaremos
deprimidos. El colesterol es esencial para los receptores de serotonina
del cerebro. De hecho,
las personas que consumen dietas bajas en grasa tienen el doble de probabilidades de morir de suicidio o de muerte violenta. Las dietas bajas en grasas y ricas en carbohidratos aumentan la ira, la depresión y la ansiedad.
El cuerpo humano, y en particular el cerebro, necesita grasas saturadas y
colesterol. Y mientras que los ácidos grasos poli-insaturados son
esenciales (el organismo los produce por sí solo) son necesarios
únicamente en pequeñas cantidades, especialmente si se mantiene un
consumo apropiado de grasas saturadas.
Las cantidades que se consumen actualmente en los EE.UU. dañan tanto al
cuerpo como al cerebro. Alrededor del 4 por ciento del total de las
calorías debe provenir de grasas poli-insaturadas, con tal vez un 1,5
por ciento de omega-3 y un 2,5 por ciento de omega-6. Algunos expertos
sugieren que la mejor proporción de omega-3 y omega-6 sería de 1:1.
Hasta hace muy poco en la historia de la humanidad, no se utilizaban
aceites vegetales poli-insaturados, o al menos no como alimento. Por el
contrario, se los empleaba para fabricar pegamento y pintura. Sin
embargo, las empresas estadounidenses tomaron el control del flujo de
alimentos y nos inundaron con aceites baratos y carbohidratos producidos
industrialmente.
Desde entonces sufrimos de enfermedades degenerativas.
Quienes consumen la dieta estadounidense estándar obtienen 30 por
ciento de sus calorías de los ácidos grasos poli-insaturados. Este es un
experimento que nunca antes se ha realizado, y nosotros somos sus
conejillos de la India. El alto consumo de ácidos grasos
poli-insaturados contribuye a una gran cantidad de patologías como el
cáncer y las enfermedades cardiovasculares, la disfunción del sistema
inmune, los daños al hígado, a los órganos reproductivos y a los
pulmones, los trastornos digestivos, las dificultades en el aprendizaje,
la depresión, los problemas de crecimiento y el aumento de peso. Un
gran problema con los ácidos grasos poli-insaturados es su tendencia a
oxidarse, es decir, a degenerarse cuando se los expone al aire, a la
humedad o al calor, por ejemplo, cuando se los usa para cocinar.
Mientras que los aceites saturados son estables debido a que cada
carbono se combina con un átomo de hidrógeno, los ácidos grasos
poli-insaturados son exactamente lo contrario. Buscan pelea.
Atacan las membranas celulares y las células de la sangre, destruyendo las secuencias de ADN,
lo que explica el cáncer en los órganos. Cuando esto ocurre en los
vasos sanguíneos, causan un daño que debe ser reparado antes de que se
creen fugas, especialmente en los vasos sanguíneos que se hallan bajo
presión. Y así es como comienza la placa aterosclerótica: con el daño a
las arterias, que el colesterol trata de reparar con parches. Esto
significa que algo anda mal. Sally Fallon y Enig Mary explican que "el
colesterol es fabricado en grandes cantidades cuando las arterias están
irritadas o débiles". Para utilizar una metáfora, culpar el colesterol
es como culpar a los bomberos por un incendio.
Si el daño es provocado por el azúcar y la insulina, como se ha dicho
anteriormente, o por los ácidos grasos poli-insaturados y sus radicales
libres, el colesterol es el que nos salva, y a pesar de eso le echamos
la culpa. Sólo el 26 por ciento de la grasa en la placa aterosclerótica
de las arterias es saturada. (el resto es insaturada, y en gran parte
poli-insaturada).
Los ácidos grasos poli-insaturados han estado en la mira por su rol en
las enfermedades autoinmunes e inflamatorias, entre ellas la artritis,
el Parkinson y el Alzheimer. Parte del problema de fondo es que
los aceites vegetales comerciales contienen grandes cantidades de ácidos grasos omega-6 y casi ningún ácido graso omega-3.
El omega-6 provoca inflamación, presión sanguínea alta, irritación del
tracto digestivo, una disminución de la función inmune, esterilidad,
proliferación celular y cáncer. Como si eso no fuera suficiente, también
interfieren con la síntesis de los eicosanoides, hormonas que se
encuentran en casi todos los tejidos y órganos animales, y que generan
una gran serie de beneficios, a saber:
1. una constricción o dilatación de las células vasculares del músculo liso
2. un aumento o disminución de las plaquetas
3. una sensibilización de las neuronas espinales al dolor
4. una regulación de la mediación inflamatoria
5. una regulación del transporte del calcio
6. el control de la regulación hormonal
7. el control del crecimiento celular
Por otro lado,
cantidades insuficientes de omega-3 pueden dar lugar a cáncer, depresión, diabetes, artritis, alergias, asma y demencia.
La deficiencia de omega-3 también está relacionada con los ataques
cardíacos, la presión alta y los accidentes cerebrovasculares. Los
omega-3 están casi totalmente ausentes de la dieta en los EE.UU. De
acuerdo con Jo Robinson, "el veinte por ciento de los estadounidenses
tienen niveles tan bajos [de omega-3] que no éstos pueden ser
detectados". Las mejores fuentes de omega-3 solían ser los huevos, el
pescado, la carne y los productos lácteos, lo cual ha dejado de ser
cierto. ¿Por qué? Debido a la cría intensiva, en la que se alimenta con
granos a los animales, lo que cambia la composición de su grasa
corporal. El grano carece casi por completo de omega-3 y, por el
contrario, es alto en ácidos grasos omega-6.
La hierba es una fuente rica de ácidos grasos omega-3. Tan rica que los
productos de una vaca que se alimentó con pasto puede tener una relación
de ácidos grasos omega-6 a omega-3 de entre tres a uno, o menos, de uno
a uno. En los animales que se alimentan de granos esta relación puede
elevarse a catorce a uno.
Durante unos cuatro millones de años, consumimos grasas saturadas,
contrariamente a los aceites de fabricación industrial que hasta hace
poco eran utilizados únicamente para fabricar pegamento y pintura.
Una prueba de las terribles consecuencias de la dieta moderna es un
estudio muy interesante realizado por el Dr. Weston Price, un dentista
que ejercía en Cleveland, Ohio. Nació en una granja en Ontario, Canadá, y
se graduó en 1893. Es decir, comenzó a ejercer poco antes de la
agresiva llegada de los alimentos industriales. En el transcurso de sus
treinta años de carrera, vio que la dentadura de los adultos y los niños
presentaban un deterioro en la salud. Tuvo casos de niños cuyos dientes
no les cabían dentro de la boca, niños con mandíbulas mal formadas,
niños con una gran cantidad de caries. Price notó que no sólo eran sus
arcadas dentarias demasiado pequeñas, sino que además sus fosas nasales
también eran demasiado estrechas, y que sus pacientes presentaban una
mala salud en general: asma, alergias, problemas de comportamiento y
tuberculosis.
Price nos ha suministrado pruebas contundentes de las leyes nacionales
relativas a las necesidades alimenticias, las leyes que operan en los
seres humanos en todas partes del mundo, y que dictan la manera adecuada
de regular la inmunidad, la reproducción y prácticamente todos los
demás aspectos de la salud. La gente que no solía introducir la
alimentación industrial [en su dieta] valoraba por sobre todo los
nutrientes provenientes de las grasas animales, que les aportaban
inmunidad contra enfermedades crónicas: órganos animales, médula ósea,
aceites y huevas de pescado, yemas de huevo, manteca y mantequilla. El
hígado animal era altamente valorado.
Cuando Price analizó estos alimentos, recogió más de 10.000 muestras y
descubrió que las poblaciones inmunes consumían una cantidad más de diez
veces mayor de vitamina A y vitamina D que los estadounidenses de su
época. Estas vitaminas se encuentran exclusivamente en las grasas
animales.
Su alimentación también proporciona cuatro veces más minerales y
vitaminas solubles en agua. El autor y activista Sally Fallon escribe:
"Price llama a las vitaminas solubles en grasa ´catalizadores´ o
´activadores´ de los cuales depende la asimilación de todos los otros
nutrientes: proteínas, minerales y vitaminas. En otras palabras, sin los
factores de la dieta que se encuentran en las grasas animales, la
mayoría de los otros nutrientes se pierden."
En 1933, Price entrevistó al Dr. Josef Romig, un cirujano que sirvió
tanto a los nativos tradicionales en Alaska como a los inmigrantes
llegados a dicho territorio treinta y seis años antes. "El cáncer era
desconocido" entre los indígenas tradicionales. "Nunca había visto un
solo caso." "
Cuando comenzaron a consumir alimentos
´civilizados´ como la harina, el azúcar y el aceite vegetal, "el cáncer
comenzó a aparecer con frecuencia."
El metabolismo de las grasas cocidas resulta en subproductos
llamados cuerpos cetónicos. Un número elevado de cuerpos cetónicos en la
sangre y la orina provoca un estado llamado cetosis. Los medios de
comunicación confunden la cetosis con cetoacidosis, una variante de la
cetosis que ocurre en los diabéticos tipo 1 y puede ser fatal. La
cetosis es un estado totalmente natural. Evolucionamos para almacenar la
grasa cuando existía en exceso, y la quemábamos en épocas de escasez de
alimentos. "En lugar de ser un veneno, tal y como las describe la
prensa a menudo, éstas hacen que el cuerpo funcione más eficientemente y
proporcionan una fuente de energía de respaldo para el cerebro",
explica Taubes. Tanto el corazón como el cerebro funcionan un 25 por
ciento más eficientemente con cetonas que con azúcar en la sangre.
Una dieta cetogénica tiene la capacidad de ser muy sanadora, ya que
respeta la fisiología corporal y aumenta los niveles de antioxidantes
tan importantes como el glutatión. Cuanto más enfermo se esté, mayor
será la necesidad de volver a adoptar una alimentación primordial
(paleolítica) para sanar.
[Para más información ver "Recomendaciones dietéticas de desintoxicación
y curación" y las lecturas recomendadas de dieta y toxicidad,
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